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24 Diciembre 2018

El despertar de Fer

Cuento de Navidad

Ojos fuertemente cerrados y, sobre la cabeza, sábana gruesa. Infantil escudo que desde tiempos inmemoriales usan los niños para espantar monstruos, miedos y pesadillas nocturnas. Fuera, a lo lejos, voces, risas y carreras. Dentro, cercano, respiración entrecortada y latido desbocado.

Se acercan pasos acompañados de murmullos que suenan felices y animados tras la puerta. Entre palmas y villancicos "¡Hoy es Nochebuena y mañana Navidad!" se repite sin cesar. Pero para Fer esas entrañables palabras son nubarrones que anuncian tormenta. Bajo las sábanas se respira aires de confusión y ansiedad.

Vagamente recuerda que hoy, toda la familia, se reunirá en el salón, su madre habrá preparado la más deliciosa de las comidas y después, entre risas y abrazos, todos intercambiarán regalos, como manda la tradición. Pero él no tiene nada, se frota nervioso las manos vacías, su memoria es débil, tiene lagunas, pero recuerda los dibujos de otros años, las figuritas de barro, los barquitos de papel que preparaba para sus padres y sus hermanos. ¿Qué ha pasado este año? ¡No tiene nada!. Intuye que a él, el pequeño de la casa, todos le colmaran de regalos, pero él se siente pobre, vacío por dentro y por fuera. Aprieta aún más los ojos, aguanta la respiración y se hunde más profundamente en su refugio. No quiere salir.

Toc, toc -suenan suaves golpes en la puerta- ¿Fer? ¿Estás despierto?

Abre los ojos y asoma la cabecita, despacio, tímido, y observa como todos se acercan sonrientes, regalo en mano, corazón rebosante de cariño y amor. Y él con las manos vacías, sin nada que ofrecer..., se le escapa una lágrima furtiva.

Su padre lo coge en brazos y lo levanta, orgulloso, como un trofeo, todos quieren abrazarlo. Él desde lo alto observa los regalos en el suelo, abandonados, nadie los echa en falta, solo ansían acariciarlo.

Se le escapa una tímida sonrisa y ahora es en la mejilla de su madre por donde surca una lágrima que resbala hasta regar la comisura de la más agradecida de las sonrisas.

-Hijo mío, vida mía, cuanto tiempo llevamos esperando este momento- el beso es eterno, compartido.

Después del accidente, tras un mes en coma en la frontera de la vida y la muerte, hoy, la víspera de Navidad, su hijo pequeño, Fer, había despertado, sin ser consciente aún de que para su familia, él es el mejor de los regalos.